El alma de Mataderos
Era el decimoquinto hijo de veinticinco. Trabajó desde niño en los frigórificos de su barrio, Mataderos, bajando la grasa de las canaletas y también como lustrabotas y canillita. Paralelamente, empezó a dar sus primeros pasos en el boxeo.
Aún
siendo un niño cobró sus primeros pesos como pugilista, en distintos festivales
que se hacían en Buenos Aires. En uno de ellos fue apodado el Torito de Mataderos, por su estilo
caracterizado por una fuerte ofensiva, aunque algo desordenado.
Su
fama se fue acrecentando en el ambiente, hasta que lo conoció José Lectoure, el
dueño del Luna Park, quien lo cobijó dentro de su organización y le pulió el
estilo.
En
1930 se consagró campeón argentino de la categoría liviano (hoy ligero) al derrotar por decisión unánime al mendocino Julio Mocoroa, ante una
multitud que colmó el viejo estadio de River Plate.
De la
mano de su popularidad, Suárez también
se destacó por ser uno de los primeros atletas argentinos en ganar sumas de
dinero abultadas, disfrutando de un bienestar económico poco frecuente hasta
entonces en el ambiente deportivo.
Ese
mismo año hizo cinco peleas en los Estados Unidos, dos de ellas en el Madison
Square Garden de Nueva York. Ganó todas por puntos frente a Joe Glick, Herman
Perlick, Ray Miller y Louis Kaplan, y noqueó en el 6° a Bruce Flowers.
Volvió
al Río de la Plata, y tras tres victorias en Buenos Aires y Montevideo –entre ellas
el KO frente al chileno Estanislao Loayza, en un colmado estadio de River- volvió
a Nueva York, en donde cayó por KO frente a Billy Petrolle, privándolo de la
oportunidad de pelear por el título del mundo. Luego en Queens empató con Emil
Rossi, y al volver a Buenos Aires, noqueó en un round al italiano Carlo
Orlandi.
En
1932, sufrió su segunda derrota, en el Luna Park, frente a Víctor Peralta,
perdiendo la corona nacional de los livianos. Luego tuvo una inactividad de
tres años, motivada por la tuberculosis que contrajo. Su esposa lo dejó y
también deshizo su relación con Lectoure, mientras su fortuna se iba evaporando.
Su última
pelea fue en 1935, frente a su amigo Juan Pathenay en el Parque Romano, en el
que ambos fueron descalificados por falta de actividad. Su carrera profesional fue
de 24 victorias (14 KOs), 2 derrotas y 1 empate.
Luego
de su última presentación, y ya muy enfermo, se trasladó a Córdoba con la
esperanza de su curación, y con pocos recursos económicos. Falleció en 1938 en
Cosquín, acompañado sólo de su hermana, en medio de la pobreza a la edad de 29
años.
Sus
restos fueron trasladados a Buenos Aires y antes de ser inhumados en el Cementerio
de la Chacarita, fueron llevados a pulso por la multitud que acompañó el
cortejo, hasta el Luna Park.
La
cultura recogió la figura de Justo Suárez, a través del tango Muñeco al suelo (1930), de Papavero y
Clauso, grabado por Charlo; del cuento Torito
(1956), del gran Julio Cortázar, narrado en primera persona; del tema Torito de Los Pericos (1994); de la película
I love you, Torito (2001); de la historieta El
Indio Suárez, de Héctor Germán Oesterheld y Carlos Freixas, y de la novela La sangre que corre (2012), de Myrta
Schalom.
En el
barrio de Mataderos, una calle, una plaza, un monumento y un complejo de
viviendas llevan su nombre, cerca del estadio del Club Atlético Nueva Chicago.
Su sobrino
nieto Juan Domingo Suárez, nacido en Federal (Entre Ríos) fue representante
argentino en el mundial de boxeo amateur de 1974 y en los Juegos Olímpicos de
1976, para ser profesional en 1977.
Había comenzado a destacarse por su gran potencia siendo figura del Luna Park,
hasta que se topó con Abel Celestino Bailone, quien lo derrotó por el título
argentino de los semipesados en 1979. Luego de una carrera irregular, se retiró
en 1982 y abrió un gimnasio llamado el Torito de Mataderos, em homenaje a su ilustre ancestro.
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